Sartre, salte de este cuerpo.

Amor, somos humanos. Somos conscientes de nuestra existencia,
Vivimos en grandes amontonamientos de nuestra especie, en colaboración y discordia.
Temerosos de nosotros mismos, pero más temerosos de no ser amparados en ningún otro lugar.

De volver a la deriva de la madre naturaleza y su bondadosa inclemencia.
De caminar con nuestros pies descalzos superficies escabrosas,
De tener que agachar y trepar para obtener lo que queremos.
Por la comodidad hicimos este mundo bípedo al que estamos sujetos con todo nuestro confort.

De todas las bestias somos las que más nos comunicamos y menos nos entendemos.
A cada instante hay un grito de pánico sordo, que no alerta ni conmueve al resto.
Que va de aquí hasta el rincón más lejano del planeta,
Para darse cuenta de que quizás no seamos parte del mismo grupo.
Que quizás apenas somos parte de la misma especie.

Huimos del dolor y del tiempo, como si tuviésemos alguna escapatoria de nuestro funesto destino.
Y mientras lo hacemos negamos en toda circunstancia la realidad y el presente.
Maldecimos la verdad de ser simples bestias a merced de la casualidad
De ser hijos de una madre naturaleza que como el peor Edipo hemos violado sin clemencia.

Amor, no hago más que existir y sentir el aire que circula gracias al ventilador...
Me hago el existencialista y te escribo. Porque quizás tu si me escuches.
Y por un momento virtual de ausencia me haces compañía.
Mi compañera en el existencialismo, contigo vale la pena sentir los orgasmos.

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